Por Luis E. Llanes.
Ampliado por Alba Llanes.
Hemos llegado a un punto de suma importancia en la elaboración del plan de estudios. La pregunta que surge necesariamente es: ¿en qué forma voy a enseñar a mis alumnos? Hemos delineado objetivos, pero ¿cómo alcanzarlos?, ¿cómo hacerlos realidades?
Ampliado por Alba Llanes.
Hemos llegado a un punto de suma importancia en la elaboración del plan de estudios. La pregunta que surge necesariamente es: ¿en qué forma voy a enseñar a mis alumnos? Hemos delineado objetivos, pero ¿cómo alcanzarlos?, ¿cómo hacerlos realidades?
Aunque todos los conceptos
modernos de didáctica enfatizan, con toda razón, la necesidad de que nuestra
enseñanza sea alumno-céntrica, sin embargo, en ocasiones le damos tanto énfasis
a este concepto, que parecería que el maestro[1] es innecesario en el proceso de
la enseñanza. Esta actitud extrema despersonaliza la clase. Una computadora
puede ser buena, pero es un ente impersonal. Así sucede con los libros, o con
cualquier otro referente o fuente de conocimientos que no sea la persona del
maestro. Es necesario delinear un equilibrio, que estipulemos el porcentaje de
intervención que debe tener el maestro en el proceso educativo, y qué
porcentaje deben tener todos los recursos técnicos y pedagógicos a los cuales remitamos al
alumno. No pude ser todo maestro, pero tampoco puede ser todo “computadora” o
todo “libro”.
El asunto es que los alumnos
tienen que ser incentivados moralmente
por el referente personal, y esto solo es capaz de hacerlo el maestro de carne
y hueso. Entonces el proceso de la enseñanza incluye una dosis mesurada de
maestro y una dosis mesurada de los entes impersonales. El maestro hace de
conductor y orientador de la clase, los recursos los medios por los cuales
obtenemos el conocimiento y el alumno el receptor del conocimiento. En el
futuro, el alumno, se convertirá en un conductor, orientador y medio en
relación a su futuro trabajo.
Para la utilización de todos
estos recursos, tenemos que aplicar métodos adecuados y racionales para un
máximo de aprovechamiento dicente. Para esto hay técnicas o métodos que nos
ayudan a la realización del trabajo y al
arribo de los objetivos predeterminados.
Según Larousse: Método es el “modo
razonado de obrar o decir las cosas” y “obra que contiene, ordenados, los
principales elementos de un arte o ciencia”. Los métodos
de enseñanza e investigación, no sólo contienen los pasos o reglas flexibles a
seguir, sino que además suelen contener los motivos por los que se dan tales o
cuales pasos, o se adoptan tales o cuales reglas.[2]
Cada materia puede diferir, una
de la otra, en la metodología de su enseñanza. No es igual la metodología que
pudiera aplicarse a la enseñanza de los Libros Históricos de la Biblia, que a
los libros Poéticos. Así pasa con la Teología. Cada materia tiene sus
características peculiares que hacen a un estudio detallado de sus
características especiales para adecuar los métodos más eficientes.
La Teología, de por sí, tiende a
ser tediosa y cansadora si el maestro no
le pone dinamismo a la clase por medio de métodos adecuados. Lo primero que
tiene que hacer el maestro es captar la atención e interés del alumno hacia la
doctrina que va a enseñar. Desde el inicio, el alumno tiene que tomar partido
en el asunto. Hay que incluirlo de entrada, que él se sienta con un grado de
responsabilidad ante el desafío de la enseñanza. Esto a veces no es fácil, sin
embargo es posible.
Hay algunas formas, entre otras,
que pudieran aplicarse. Por ejemplo:
CON RESPECTO A LA INTRODUCCIÓN
DE LA LECCIÓN O DEL TEMA[3].
1º. Es necesario que en la
primera sesión de clases, el plan de
estudio llegue, en tiempo y forma, a manos del alumno. Hay dedicar tiempo para
leerlo y explicarlo, para que ellos comprendan qué es lo que el maestro
pretende enseñar y qué espera de ellos.
2º. Después de leer y liberar
las preguntas que surjan del plan de estudio, no comience, de entrada, a
explicar nada. Usted debe realizar una labor concientizadora previa, y preparar
sicológicamente y anímicamente al alumno para predisponerlo positivamente y a
favor de lo que va a aprender. Se pueden usar diferentes métodos
introductorios. Aquí van algunos ejemplos:
a. MÉTODO DE PREGUNTAS:
1)
Preguntas para determinar los conocimientos previos de los alumnos
sobre el tema a tratar.
2)
Preguntas alusivas al tema, que activen la mente y el interés. Esto
implica respuestas que contengan opiniones diferentes, debatibles en clase. Algunas
maneras de hacerlo:
a)
Envíe al pizarrón a los autores de las respuestas para que ellos
mismos las escriban, colocándolas en el orden que en que surjan.
Posteriormente, vaya a un proceso de descarte tachando las respuestas erróneas
por medio del análisis del grupo; rescatando de otras la parte de verdad que
contengan y las correctas, subrayándolas y recalcándolas.
b)
Una variante de la manera anterior. Que ellos, en un papel, coloquen
la respuesta, sin identificar el autor. Déle unos minutos precisos para la
elaboración. Después alguien recoge todos los papeles y se analizan las
respuestas una por una. La lectura la puede hacer un alumno. De ahí se forma el
debate y la clase cobra vida desde el principio.
3)
Preguntas que los alumnos formulen con respecto al tema. Se les
permite anotar todas las dudas y preguntas referentes al mismo. Esto puede
hacerse cuando existen conocimientos previos sobre el tema, y dudas sobre
aspectos del mismo.
b. ESTUDIO DE CASO: este método,
usado predominantemente en materias ministeriales, puede ser adaptado a la
clase de teología. Se plantean “casos” de problemáticas doctrinales
relacionadas directamente con el tema, para entonces comenzar a buscar soluciones
de las mismas, mediante el análisis y exposición de los puntos doctrinales. La presentación
propia del caso puede realizarse a partir de la lectura de una noticia, ensayo
o artículo, con la presentación de un video o un audio. La resolución de
problemáticas, a través de la investigación y de la explicación de los aspectos
doctrinales involucrados, se convierte en este caso en todo el eje vertebrador
de la lección.
c. DRAMATIZACIÓN: se puede exponer
un caso hipotético (por ejemplo, una controversia doctrinal entre en un
russelista y un evangélico) mediante una dramatización. Bien, preparada, puede
combinarse con un debate posterior que involucre al grupo.
CON RESPECTO AL DESARROLLO DEL
TEMA O LECCIÓN.
De acuerdo con la naturaleza del
tema a desarrollar, se pueden usar diferentes métodos que van desde la
exposición dinámica (explicación del profesor acompañada de métodos visuales
tradicionales y contemporáneos), dinámicas grupales y el método de discusión o
debate.
Por ejemplo, en el caso del
método de discusión, se puede también dividir la clase en grupos de tres a
cinco alumnos. Cada grupo trabaja en el tema a tratar o un pasaje bíblico
determinado suministrado por el profesor. Después cada representante de grupo
expone el resultado. Inmediatamente viene el debate sobre los resultados de los
trabajos en clase. Esto es aplicable cuando se comienza con un nuevo aspecto
del asunto que se trata.
Otro método puede ser el de la
investigación y exposición grupal. Con antelación, el profesor reparte temas,
que cada grupo debe investigar y luego exponer públicamente, usando diferentes
métodos y recursos didácticos.
CON RESPECTO A LA CONSOLIDACIÓN
DE LOS CONOCIMIENTOS.
Además de la realización de
trabajos prácticos y otras actividades, el método de “fuego cruzado” es un
excelente medio para reafirmar conocimientos y preparar a los alumnos para las
evaluaciones. Por ejemplo, algunos días antes del examen, se puede hacer la
división de la clase en dos grupos con un capitán al frente de cada. Cada grupo
tendría su nombre identificativo, y confeccionará un cuestionario de 20
preguntas bien estructuradas, las cuales deberán ser presentadas al profesor
con antelación para su revisión y visto bueno. El día del debate el maestro
hace de juez. Un grupo comienza haciendo una pregunta al otro grupo. Si la
contestan se les da un punto, si no, no obtienen puntaje. Así,
alternativamente, hasta el final.
Este sistema ayuda al profesor a
hacer una evaluación previa de los conocimientos generales que han adquirido
los alumnos, y ayuda para hacer una evaluación correcta de las pruebas.
Finalmente, como parte de la
dinámica de la clase, pude tener un tiempo (si lo hay) para escuchar el
testimonio del impacto de la enseñanza en algunos alumnos.
Todas estas ideas y otras que
surjan en la mente del maestro pueden ser incluidas de una forma sencilla
dentro del plan de estudio.
[1] Asignar al maestro un mero papel de “facilitador”, por ejemplo, no responde al modelo bíblico. El maestro
cristiano debe facilitar el aprendizaje del alumno, pero es mucho más que un
facilitador. ÉL ES UN FORMADOR.
[3] Un tema puede ser tratado a lo largo de varias sesiones de clases. En
este caso, tiene una introducción general vista en la primera sesión, que apela
a los métodos introductorios que se analizan aquí, mientras que las restantes
sesiones llevan otros métodos previstos por el docente.
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